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Huasteca Potosina

Historia

A finales de los años setenta, estando en peligro mi vida por un problema del estómago que había padecido durante mucho tiempo, seguí los consejos de mi abuela materna y me fui a consultar a un yerbero famoso avecindado en Cd. Valles, en la Huasteca Potosina; así fue como conocí a Don Carlos Gutiérrez. La abuela Jesusa, después de haber seguido múltiples e inútiles tratamientos alópatas, entre los que se encontraba la extracción de toda su dentadura –lo único bueno que tenía, según ella-   siguió el tratamiento recomendado por Don Carlos y por fin encontró la solución a la artritis que había sufrido por más de 15 años de su vida.

La aventura de la abuela me congratuló con ella para aceptar la sabiduría de su vejez y por lo tanto a iniciarme en la cultura de curación de mi estado natal, San Luis Potosí; por lo que desde entonces, llevo el legado de su lenguaje de pueblo como rescoldo brillante y reconozco en él una forma suprema de convivencia entre nosotros, lo que mesmamente apreciarán a lo largo de mis escritos. No sé por qué, cuando conocí a este extraordinario personaje Don Carlos ,  me hizo un doble ofrecimiento: en primer lugar, la posibilidad de mi curación; en segundo, aprender a su lado para dedicarme como él, a la curación con hierbas.

No lo pensé dos veces ya que, por el  diagnóstico médico, mi vida estaba en entredicho, y aunque había concentrado mi actividad tanto administrativa como académica en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en la pasión que está siempre me ha despertado –lo que me llevó a conocer a dos de sus insignes maestros-, logré darme tiempo para otra vivencia igual de intensa para practicar mis nuevos conocimientos para volverlos junto con la iridología - que después aprendí a desarrollar- la piedra angular de mis métodos para recuperar la salud.

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Al entender la simbiosis cultural entre lo que estaba por venir de la cultura huasteca y la citadina, y sintiendo la recuperación completa de la salud, mi horizonte mental se amplió y sin descuidar la impartición de clases, pude aplicarme plenamente a lo que sería mi principal ocupación en el futuro: el mejoramiento de mi propia salud y de la de mi comunidad. El comentario de la abuela Chucha al alimón fué: “Ojo con los retobones; en mi pueblo había una tumba que decía `Aquí yace uno que estando bien, quiso estar mejor´ y sí, de veras como dan lata los hipocondríacos, pero en fin, hay cosas que no nos caben el juicio, volvería a decir ella.

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En cuanto al diagnóstico por la iridología, también se dio por ese viejo dicho que dice “la suerte estaba echada” pues ahí mismo en el rancho de Don Carlos fue a parar Jerry Lynch, famoso iridólogo de California, EUA; para entonces, por mi experiencia universitaria para recibir y dar clase, yo ya percibía la importancia de la presencia humana para trasmitir conocimiento, por lo que le pedí su enseñanza no sólo a través de sus libros sino con su experiencia… y aceptó; y de ahí pa´lante.
 
El echarme a andar por esos nuevos caminos implicó adentrarme en el mundo complejo e insospechado de la mente humana inmersa en la noche obscura de la enfermedad, pero gracias a los consejos de grandes personajes que tuve la suerte de conocer y que en vida fueron mis maestros: Iván Illich† (pensador), Jorge Cortés Obregón† (UNAM), Alejandro Cadaval† (UNAM), Pedro Cabrera† (UNAM), Jerry Lynch† (iridólogo gabacho), Marcelo de la Cueva† (maestro del ayuno) y Fernando González Parra (periodista), llegué a entender que hacer para transformar esas tristes noches en amaneceres de esperanza.

El principio de la curación por medio de las hierbas de nuestros antepasados estaba dado, lo más importante era poner en valor los conocimientos de las mezclas de los tés de la Huasteca en una cultura metropolitana tan complicada como la de la ciudad de México, donde resido. Así, en la “Noche Oscura” (canción grupo inglés Deep Purple que se volvió himno de la generación del '68) ya tenía prendida una llamita que de pronto se volvería fogata, en ocasiones ascua, pero que siempre serviría de guía para mucha gente que desde entonces conozco. Esa fogata es SonrieTe, que desde 1978 ha acumulado toda esa experiencia que ahora ofrecemos como “El mejoramiento de la salud”, casi una filosofía de vida, y si no, cuando menos es una propuesta para retomar el control de nuestra salud que tan largamente la hemos dejado en manos de médicos y de sus métodos que siempre nos mantienen opacos a la participación propia de reconquistar nuestra salud.

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Recolecta del té "B"

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